Poco a poco, jaleándose a si misma, desde su sonora paz, la naturaleza va animando su ritmo e intensidad como si descubriera sorprendida su propio poderío. Acelera su pulso: piano, andante ma non troppo, forte... y con él, el de mi corazón.
La percusión se intensifica acompañada de flashes en el cielo y mis dos ventanas, como pantallas de cine, me ofrecen los primeros rayos definidos y sinuosos. La adrenalina se acelera en mi cuerpo excitado por el espectáculo que se me ofrece desde lo alto de esta colina y, como cuando de niña veía dibujos animados por la tele, mi corazón grita en silencio "¡más, quiero más!" conmovido por el retumbar de los truenos.
Ahora es mi olfato el que cobra protagonismo. Humedad, tierra, ¿incluso cloaca?
Cae el próximo rayo, contengo la respiración y cuento cómo disminuyen los segundos que lo separan del trueno, su inseparable compañero.
La bruja que hay en mí quiere salir al jardín y danzar desnuda bajo la lluvia aunque es posible que cuando pase por delante de la cocina me limite a pillar algo de beber y volver a la cama...
Demasiado domesticada... o no.
Ahora recuerdo tener una lavadora tendida en la azotea... Demasiado tarde...
Le quito intensidad a la pantalla del ordenador pues es la única luz que me estropea el espectáculo, pero no es suficiente así que... termino este relato, no sin antes agradecer tantas bendiciones.
Que de todo aquello que ahora nos preocupa mañana no quede más que el recuerdo fugaz de una tormenta de verano.
Que el agua lave las viejas heridas y traiga aires nuevos y frescos y llenos de vida.
Buenas noches querid@s
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