Cuando
nos enamoramos y somos correspondidos, de repente, es como tener alas en el
corazón. Nos sentimos capaces de todo y
que todo es posible. Somos uno solo. Nos
sentimos vistos, apoyados, acompañados, deseados, admirados…
Sin
embargo, antes o después, el enamoramiento se desvanece y a menudo ese mismo
“amor” se vive como una condena. En el
peor de los casos, nuestras alas se pueden volver tan pesadas que se sienten como
grilletes en los pies. Ya no somos uno,
sino que se trata de “el otro o yo”; “mis deseos y necesidades o las tuyas”. La
relación se vive como una serie de concesiones y negociaciones, tácitas o
explícitas, donde a menudo es más fácil buscar afuera o anestesiarse para no
sentir esos deseos y no romper el “equilibrio”.
Tan complicado es que algunas personas se aseguran, consciente o inconscientemente, de no llegar jamás a ese punto de compromiso y se buscan relaciones imposibles, lejanas o de las que sea fácil huir a cuando la cosa se ponga seria. Otras, al contrario, jamás se muestran tal como son en su afán de “encajar” en la relación para que ésta no se rompa.
Tan complicado es que algunas personas se aseguran, consciente o inconscientemente, de no llegar jamás a ese punto de compromiso y se buscan relaciones imposibles, lejanas o de las que sea fácil huir a cuando la cosa se ponga seria. Otras, al contrario, jamás se muestran tal como son en su afán de “encajar” en la relación para que ésta no se rompa.
¿Cómo mantenerse en amor y
sentirse libre? ¿Cómo amar y dejar libre
al otro?
Qué entendemos por amar y por ser libre es lo primero que deberíamos plantearnos.
La
mayoría, en nuestra infancia hemos aprendido, erróneamente, que somos amados
según nuestros éxitos o fracasos. Es
decir, tenemos que ganarnos el amor mediante nuestros actos. Si somos malos, o nos equivocamos o
fracasamos, nos retirarán el “amor”. Por
lo tanto, desde esa perspectiva, mi libertad está condicionada a mi necesidad
de amor, afecto y/o pertenencia. Eso nos
da todo un espectro de estrategias de supervivencia: entre Libre y totalmente independiente (o antidependiente) y Amoroso y totalmente dependiente o
condicionado a adaptar mi personalidad a la aceptación de los demás. Hay parejas que incluso se turnan en estos
papeles.
Otra
reflexión importante sería: ¿somos libres de elegir el
tipo de persona y relación que deseamos para nosotros?
En este aspecto, también es
la herencia familiar lo que nos condiciona más allá de lo que podamos ser
conscientes. Las situaciones de pareja
no resueltas de nuestros padres, abuelos, bisabuelos, los patrones de relación
entre lo masculino y femenino en nuestro árbol genealógico, situaciones inconclusas
vividas por antecesores a los que ni siquiera conocimos pueden estar limitando
nuestra forma de vivir y sentir el amor y las relaciones íntimas, empujándonos
a repetir historias o heredar destinos que no son el nuestro.
Después
de todo lo expuesto, es inevitable reconocer que, al menos en este plano de
realidad es imposible creerse libre en el amor, aunque cabe preguntarse ¿cómo podemos amar, al menos, más libremente?
Aquí
van 7 sugerencias que pueden
ayudarte a lograrlo:
1. CONOCERME: Aprender y ser consciente
de los condicionamientos y circunstancias, que determinan mi comportamiento y
personalidad, pero no quién realmente
soy.
El mercado está lleno de herramientas de autoconocimiento. Las que a mí más me han ayudado, Rebirthing y
Constelaciones Familiares.
2. ACEPTARME: Si recuerdo que no soy lo
que hago, si me veo conscientemente, si reconozco y acepto mis emociones, puedo
amarme más tal como soy y elegir mi respuesta ante una situación concreta, en
vez de reaccionar. Eso me enseñará, también a ver al otro por quien realmente
es.
3. RESPONSABILIZARME: significa responder
hábilmente (Responsabilidad = habilidad de responder). Claro, culpar al
otro o a las circunstancias es más fácil. Pero si puedo ver mis estrategias y
aceptar cómo me siento, puedo elegir mi respuesta en vez de reaccionar a lo que
“activa” mis alarmas y dedicar mi energía a la solución y no a defenderme. En ese sentido, me atrevería a afirmar que RESPONSABILIDAD y LIBERTAD son
prácticamente sinónimos.
4. CONECTAR CON LA FUENTE
INTERNA DE AMOR:
El amor ni se da ni se recibe, se es, se está en amor. Mis relaciones sólo reflejan mi estado. Esa
puede ser la clave para dejar de responsabilizar al otro de mi felicidad,
bienestar, o de mis emociones. Meditar
ayuda. Respirar, también.
5. IDENTIFICAR MI ELECCIÓN: Cuándo elijo tener amor y
cuándo tener razón (asegurar o reafirmar
mi “personaje” y echar las culpas afuera).
O sea, cuándo elijo estar en amor o en separación. Si elijo estar en amor, no cabe la
posibilidad de “o tú o yo”, la única solución buena es aquella en la que las
necesidades de todas las partes son tenidas en cuenta, el bien mayor en estas
circunstancias. Desde ahí, la felicidad es un estado que uno elije. Por cierto,
“no elegir”, dejar que las cosas sigan como están, también es una elección.
6. DARME PERMISO PARA
PATALEAR
cuando esté demasiado “activado” y no pueda evitar reaccionar. ¡Soy humano al fin y al cabo! La diferencia
será que sé que mi pataleta no se justifica en la realidad, sino en mi
percepción de ella. Tendrá menos fuerza,
durará menos y será más fácil no cargar contra el otro. Una vez terminada,
puedo volver al primer punto de esta lista.
7. ARRIESGARME A AMAR MÁS Y
DISTINTO:
Cuanto más me conozca, más evidente se me hará el miedo a mostrar mi
vulnerabilidad. Ahí seré LIBRE para
vencer ese miedo y elegir el AMOR, arriesgarme a ser amado tal y como soy y
darle la oportunidad al otro a que me vea y me ame tal como soy. Si hago lo
mismo, el resultado será el mismo. Vale la pena probar cualquier otra
cosa. Bueno, casi cualquier cosa ;)
SUGERENCIA EXTRA: Siempre que pueda, en
cualquiera de estos puntos y para cualquier circunstancia, REIRME DE MI MISM@. El humor ayuda a ver el “problema” con más
distancia y facilita la comunicación. Ojo, la ironía no es humor, mucho menos
el cinismo.