jueves, 16 de diciembre de 2010

Mi pozo en un gozo

Os copio aquí lo que escribí ayer mientras ejercitaba la paciencia...

En el aeropuerto ya se me advertía de las consecuencias de este viaje

Para vosotros son las cuatro y cuarto. Supongo que estaréis todos durmiendo. Para mí, son las nueve menos cuarto de la mañana y estoy sentada en una silla en la recepción de un edificio tipo residencia, Instituto de nosequé, diría que de medicinas alternativas, tras veinte horas de viaje. Estoy en la India, sin lugar a dudas… Apenas dormí una horita en el avión de Londres, gracias a un precioso niño chillón. Que qué hago aquí sentada? No tengo fuerzas para conseguir que el segurata me entienda y me deje llamar por teléfono y espero a que llegue el recepcionista a las nueve y media. Total, qué es una horita más! Está claro que la lección del día es paciencia y confianza.

Contrarresta el cansancio lo bien que ha ido todo, a pesar del niño chillón y de que me muera por una ducha, mejor baño, y una cama.

El viaje ha empezado habiendo dormido sólo tres horas y con un chófer jodido. Lluís se ha presentado hecho polvo con la garganta más hinchada que un pez globo a la defensiva. Sólo entrar en el aeropuerto, el panel de salidas anunciaba que mi vuelo a Londres había sido cancelado. Que no cunda el pánico. Sorprendentemente, no perdí la compostura y me dirigí a los mostradores de facturación de la British… me habían metido en un vuelo que salía una hora antes y hasta pude elegir asiento para patilargos. Perfecto.

Yo que pensaba dormir todo el vuelo, va y se me sienta al lado un angelote de más de metro ochenta de ojos azules y sordo del oido derecho, disfrazado de ejecutivo, claro. Ya sabemos que los ángeles modernos no van por ahí luciendo sus alas.

Por cierto, ya son y treinta y siete y el recepcionista brilla por su ausencia. Se ve que los británicos no colonizaron su puntualidad.

Pues el dicho angelote resulta ser un gran enamorado y conocedor de la India. Más consejos y referencias y, tal vez, un nuevo amigo. Hemos conversado y reido tanto que el vuelo se ha pasado literalmente volando.

Las siguientes sonrisas me las han dedicado el oficial de aduanas, encantador, y la dependienta de la farmacia, pícara ella,que me ha insinuado que tal vez quisiera comprar algo más que desinfectante para el agua, por si decidía aprovechar alguna de las propuestas que seguro me iban a hacer con estos ojazos que Dios me ha dado.

El guarda se ha acercado al mostrador y ha hecho una llamada, espero que para decirle al recepcionista que venga cagando leches…

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