Esta la publico ya de vuelta en casa. Me falló la conexión:
Ayer me levanté por segundo día consecutivo a las 7 de la mañana para intentar ver los delfines que suelen pasar nadando muy cerca de la costa hacia las 7:30. Los que me conocéis sabéis que no soy muy madrugadora, así que el tema conlleva un cierto esfuerzo por mi parte.
El día anterior estaba algo nublado y un amigo me dijo que en ese caso no pasan tan cerca. Se ve que el sol hace brillar a los peces y eso les facilita “pescarlos”.
Caminé los 200 metros de prado seco que bajan hasta el puente de bambú, crucé el río que va paralelo al mar y empecé a andar por la arena mojada por la marea baja con mi ipod conectado en “shuffle” (canciones aletorias): Om Namaha Shivaya de Robert Grass, bendición sobre bendición para mí pues me encanta esta versión de mi mantra favorito. Al cabo de poco, empezó a ser irresistible recoger piedrecitas redondeadas de la orilla, como cada día, amarillas, blancas, negras… El sol asomaba por encima de las palmeras a mi izquierda, pues andaba hacia el sur, y resultaba una imagen muy atractiva a la vista para acompañar a la banda sonora de Om Namaha Shivaya (dura más de media hora) y el rugido del mar. ¡Los delfines! ¿Y si pasan justo en el momento en que estás distraída? Me imaginaba a los delfines cual coyote del correcaminos, pasando a toda leche para que no los viera.
Unas cuantas piedras y omnamahashivayas más tarde, según seguía disfrutando de este lujo asiático literalmente, me hice la siguiente reflexión:
Hay cosas que te pasan una vez en la vida… ¿estabas presente?
Otras te pasan dos, tres veces… ¿te diste cuenta?
Otras te pasan hasta que te enteras.
En el paseo de vuelta para casa, sin haber visto ningún delfín, que yo sepa, y cargada de piedras volví a sentirme afortunada y agradecida.