miércoles, 26 de enero de 2011

Arunachala. Llegando a casa.

(Esto lo escribí la semana pasada)


  
Con la montaña sagrada, Arunachala, de fondo

Aquí estoy, al pie del monte Arunachala, haciendo cola para entrar al Satsang de Mooji. Hoy me estreno. Deben haber ya más de doscientas personas y el silencio es riguroso, cosa que con el canto de los pájaros y la brisa de esta mañana nublada crea una atmósfera de paz y recogimiento muy agradable. Ya empiezo a sentir esa especie de emoción que me humedece los ojos y el corazón que me producen determinados espacios o situaciones cuando la gente se reúne con un propósito común, espiritual o no, consciente o no, que les hace abrir el corazón o sentirse unidos (me ha pasado también en algún concierto de góspel, cuando todo el mundo cantaba y bailaba con nosotros).


Debe ser que realmente estoy en el lugar adecuado, en el momento adecuado y haciendo lo adecuado porque desde que llegué todo me ha salido más que redondo y sin ningún esfuerzo. Habrá sido Shiva y la luna llena del miércoles. Quise llegar para la Kaarthikai Deepam, fiesta que se celebra cada luna llena en memoria de la aparición de Shiva en forma de columna de fuego en lo alto del monte Arunachala que está justo detrás de Tiruvanamalai. Así se creó el símbolo del lingam, forma fálica con la que se representa a Shiva. Miles de personas vienen para la ocasión y caminan descalzos durante unas cuatro horas y media alrededor de la base de la montaña parándose en cada templo que hay a lo largo de estos 14 kilómetros. Todos los templos están dedicados a un aspecto de Shiva como el Shiva del sol, el del agua, el de la lluvia…


Han pasado dos intensos días… No, fue ayer cuando empecé a escribir… Tengo un apartamento recién estrenado para mí, con un colchón y un hornillo eléctrico y algunos utensilios para cocinar que compré (he hecho un arroz con verduras no picante!!!). Tengo moto y puedo usar la bici de mis vecinos, Aruna, un chico de 18 años y Ola, su madre, australianos, que están aquí desde el día 5 asistiendo a los satsang de Mooji, principal razón de que yo eligiera venir a este sitio.

Confraternizando con algunos vecinillos

 Llegué a Tiruvanamalai el 19 por la noche (hace tres días) en un autobús repleto de devotos hindúes que venían para festejar a Shiva. Como era mal día y mala hora para encontrar alojamiento, resolví pasar la noche en un hotel vecino al súper mega templo que hay en medio del pueblo, …., y dejar la búsqueda de un hospedaje más económico y cercano al lugar de los satsangs de Mooji para el día siguiente. Una vez instalada me lancé a la calle para compartir la celebración con las miles de personas que allí había. Lo bueno es que no se creaban aglomeraciones agobiantes porque, en general, la gente iba circulando por la famosa ruta. Sólo tenía que limitarme a seguir la corriente humana.


Además de en los templos y los puestecillos tanto de objetos espirituales como de juguetes, comida u objetos diversos tipo feria, la gente se detenía también en las balsas o estanques a poner una especie de vela en una barquita flotante sobre el agua. Aproveché para poner una por el alma de mi abuela, cuyo funeral había sido esa misma mañana, y otra para que continúe la recuperación de mi amiga Montse.

Afortunadamente, no vivo en el centro de la ciudad.  ¡Menudo ruido!


Cuando vi el cartel que me advertía que aún quedaban 11 kilómetros y medio y siendo ya casi las dos de la madrugada, decidí que ya habrían otras lunas llenas y que era mejor dormir, que al día siguiente tenía mucho que andar y que conseguir organizar.
Pues no sé si sería Shiva o la montaña o la luna, pero en mi vida nada había sido antes tan fácil. Me permití dormir hasta las diez, me duché, recogí todas mis cosas para tener las maletas listas y salí a tomar un zumo y empezar mi misión: encontrar un internet café para averiguar dónde eran los satsangs, encontrar el lugar físicamente, buscar alojamiento por esa zona… En algún momento o puede que el día anterior, me pasó por la cabeza que estaba cansada de hotel y que me encantaría tener una habitación en una casa que estuviera mínimamente limpia. Empecé a vagar por las calles cercanas al megatemplo y parecía difícil encontrar un cibercafé o algo que se le pareciera (la primera vez en India) pero iba bien tranquila cuando, unos quince minutos y un par de plátanos más tarde, vi a un chico extranjero y decidí preguntarle si sabía de alguno.


Aruna tocando la guitarra en una Jam del German Bakery

Aruna se convirtió en mi ángel de la guarda y sólo su madre está a la altura de competir con él. Me preguntó si estaba aquí por Mooji y yo sólo tuve que decir que sí: me llevó en la moto a todas partes y me “cedieron” el apartamento de al lado del suyo que reservaban celosamente con el dueño para una amiga de Ola que llega el día 1. Mucho mejor que cualquier cosa que pudiera imaginar. Estamos en las afueras. Vegetación, silencio, cerca de todas partes y mucho más barato que todo lo anterior. Parece ser que voy a acabar mudándome enfrente (otro chollo que ha conseguido Ola) mucho antes de que llegue la amiga.


Todo esto es mi bendición sólo por la parte práctica, que cada vez que doy por sentado que no puede ser mejor, descubro que estoy equivocada. Pero es que además me siento bendecida y agradecida con la gente, con Mooji, con el clima, con el lugar, con la vida.

Foto de grupo con Mooji, el de la barba y coletilla con la flor

Sé que habrá todo tipo de momentos en lo que me queda de viaje, y no me refiero sólo a la India, pero siento que algo profundo debe estar cambiando en mí, pues lo que experimento es nuevo y soy consciente de que yo misma me lo estoy dando: facilidad, confianza, apoyo incondicional, amor. Siento que, por fin, estoy llegando a casa.

 
  

2 comentarios:

  1. Bea, me alegro mucho de que el camino resulte fácil y enriquecedor.
    Un besazo

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  2. Quin regal els teus escrits, Bea. Ens transportes amb les paraules a un altre lloc, i tb a un espai interior que la vida m'ha permès compartir amb tu. Una abraçada enorme des de Barcelona. Eva

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