miércoles, 19 de enero de 2011

MUJER BLANCA SOLTERA VIAJA SOLA



Aquí estoy de nuevo, en la litera superior de la clase 3A del Andaman Express, camino de Chennai, batiendo mis propios récords ferroviarios.  Por suerte, no me refiero a retrasos, éste sólo se retrasó una hora y pico, sino a kilómetros y duración del viaje: 1.797km.  más los que hubiesen de Khajuraho (por fin lo escribo bien) a Jhansi, que en borreguero fueron seis horas de tren.  Toda la operación me va a llevar dos días y medio.  Aunque en Khajuraho hacía un tiempo estupendo durante el día, decidí renunciar a Varanasi para no enfrentarme al frío de nuevo más que el  ratito de la estación de Jhansi.


Acabo de volver del baño (de los de agujero en el suelo) y de mirar el paisaje a través de la puerta abierta del tren y he comprobado que mi compañera de compartimento, que sólo habla hindi, viaja con su sobrino y es de Cachemira, ya me ha adoptado_  con su mirada penetrante me ha hecho un gesto con la mano como diciendo “¿dónde te habías metido?”.  Antes nos ha estado dando cacahuetes con cáscara, palomitas y sésamo pegado con caramelo (tipo turrón) a todos los del compartimento, o sea, su sobrino, yo, y dos tipos más.  Ninguno sabía dónde en el mundo está España.  De hecho, desde que salí de Khajuraho he visto hindús, vacas, ratas, ovejas, perros, pájaros, ardillas, niños que me miraban como si fuera un marciano, pero ningún extranjero.  Una chica que conocí en la estación de Jhansi me preguntaba si no me daba miedo viajar sola… 




Como todo, tiene sus pros y sus contras, pero definitivamente me gusta (no quita que también me guste viajar acompañada).  Estás todo el tiempo contigo misma.  Así debería ser siempre, pero no solemos darnos cuenta.  Nadie en quien apoyarse, nadie a quien responsabilizar, todo depende de ti. Y, en realidad, voy recibiendo todo el apoyo que necesito y muy pocas veces estoy realmente y físicamente sola.  Mi primer día en el Yogui Ashram de Khajuraho, fue todo un lujo para mí estar tirada tomando el sol en la azotea sin hacer NADA DE NADA. No me lo había permitido en todo un mes, o no se había prestado.  Ahora lo hacía porque me encontraba mal, pero aún así lo disfruté y tomé buena nota de que no necesito encontrarme mal para parar y tomarme mi tiempo.  Al estar sola es más fácil ver tus ideas inconscientes, tus patrones, tus miedos.  Uno de ellos podría ser que tienes que aprovechar al máximo y verlo y hacerlo todo, ya que estás de vacaciones viajando, en vez de trabajando, como los demás.

Otra de mis neuras que he ido observando es la de “tomar la decisión correcta”, como si sólo existiera una opción perfecta!  Bueno, eso me pasó hace ya un par de semanitas. Ahora asumo con más ligereza la responsabilidad de decidir dónde voy, cuándo, cómo, qué como (sigo con la tripa algo rara), qué compro, dónde me hospedo, cuánto regateo, etc. y confío mucho más en mi intuición, en mi criterio o en mi destino.  El problema es que, por lo menos en mi caso, intuición  (o deseo) y lógica se contradicen a menudo.  Si no hiciera normalmente caso a la primera no me habría traído el cacharro en el que escribo, leo, escucho música y veo películas, por miedo a perdelo, que me lo roben, que lleve demasiado peso (eso lo pienso siempre, lleve el peso que lleve, brrr, no me gusta ir cargadaaaa). 

Ese es otro tema:  la maleta.  Ha ido creciendo, como es lógico.  Con mis pobres “verticales” (cervicales) tengo una buena excusa para no querer cargar peso, pero el tema va más allá, como no.  Tiene que ver con la prosperidad, la comodidad y la confianza, además del sentido común.  Sería más fácil si sólo viajara por el norte o por el sur, pero es que necesito de TODOOO:  desde mosquitera y repelente para mosquitos a gorro y ropa de abrigo.  India es tan grande que lo que llevo no es una guía, es un castigo de 1.300 páginas que partí en dos para cuando lo llevo en el bolso llevar sólo el norte o el sur, según donde esté.  Posiblemente, una de mis “misiones” en Chennai, antes de irme para Tiruvanamalai y al monte Arunachala, será enviar algunas cosas a casa por correo. El problema es que en marzo vuelvo a estar en el norte, pero confío en que ya no hará tanto frío.

Otro tema peliagudo es el del dinero.  Por mucho más barata que sea aquí la vida, las rupias “me las quitan de las manos”.  Igual ya no tengo ganas o paciencia para andar regateando hasta quedar exhausta  por uno o dos euros todo el rato, pero a final de mes se nota.  Es más barato cuando estás más tiempo en el mismo sitio (también lo sería si viajara con alguien más).  Así que, como todo lo demás se trata de encontrar el equilibrio, lo razonable, entre lo que quieres y lo que te conviene, lo que te hace sentir bien ahora y lo que te permite disfrutar de todo el viaje.  Sobre todo, lo más importante es no pelearte contigo misma y cuidarte mucho.  No elegir las habitaciones más roñosas por ahorrarte dos duros.  No elegir las más caras o, si tienes un capricho, compensarlo después.   No viajar en avión o en coche privado, pero no ir en un bus suicida o en la Sleeper class del tren.  O sí.  Según las circunstancias concretas, lo que hoy te parece una mierda, mañana es el lujo de los lujos y viceversa!  Y cómo diría Leonard, disfruta de jugar al juego del dinero ;)))

Otro clásico sería el de echar de menos pero, por suerte, no me añoro. Ni personas, ni cosas, ni actividades. No sé si decir, aún, pero no creo.  En un momento dado, puedo tener ganas de ver a alguien, pero ya está.  Lo mismo me pasó los tres años que viví en Nueva York.  Es como si me sintiera cerca y lejos a la vez (aunque mis amigos más cercanos y familia no son nada de escribir, salvo excepciones), cerca de las personas pero en otra realidad.

Y por último, sigo esperando ese momento “qué coño hago yo aquí” pero no llega, ni en los peores momentos tipo estación de tren. Y eso que soy consciente de que no sé qué hago aquí, pero siento que es donde debo estar (sí, puedes llamarme rara). Hace unos días me planteaba que, normalmente, cuando alguien viaja lejos, preguntamos qué se te ha perdido por allí o qué vas a buscar.  Yo, sin embargo, tengo la sensación de que la pregunta es “qué  vengo a dejar aquí”, como si tuviera que irme mucho tiempo y muy lejos de casa, a un sitio muy distinto para ser capaz de desprenderme de no sé qué.  Supongo que lo sabré al final del viaje.  Lo que sí es seguro es que algunos miedos se están quedando por los caminos y las vías férreas de estas tierras. 

Voy a salir de la cueva a ver el paisaje antes de que se ponga el sol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario