lunes, 9 de septiembre de 2013

Disfrutando del misterio de lo Inexplicable

Sentada en una pequeña cantina del aeropuerto de México, mato el tiempo a ritmo de salsa y con sabor a chile y quesadillas.  Terminado el Congreso de Constelaciones Sistémicas en Acapulco, Explicando lo Inexplicable, toca volver a casa, igual pero distinta.

Agotada pero feliz y satisfecha, me pueden las ganas de compartir mi experiencia y todo lo que he recibido estos días en las próximas charlas y talleres.  Igual que en Constelaciones decimos que el equilibrio entre dar y recibir con los padres sólo se puede conseguir con el profundo agradecimiento por lo recibido y sacándole todo el provecho posible, siento que no puedo quedarme sólo para mí todos estos tesoros nuevos que he recibido en este Congreso de tantos maestros de Constelaciones Sistémicas (y de otras disciplinas) con los que comparto amor, pasión, humildad y entrega al servicio de esa fuerza mayor que nos guía en favor de la vida.

Muchos son los aprendizajes que me llevo de estos días.  Algunos son técnicos, pero los que más valoro son los experienciales, los que no se ven pero se sienten, los que no sólo han venido de ellos, sino de mis compañeras traductoras, de los organizadores, de los participantes llegados de tantos países distintos y de mi misma.  


Hemos hablado y reflexionado sobre física cuántica, neuronas espejo, movimientos interrumpidos, espiritualidad, conciencia, cuerpo, trauma, orden, presente, pasado y futuro, pareja, caos, culpa, vergüenza, recursos, responsabilidad, presencia... 

Hemos constelado, debatido, bailado, estrujado nuestros cerebros, sobrellevado algunos obstáculos, compartido, reido, llorado...

En uno de esos momentos, durante un panel de debate en el que (raramente) no tenía que traducir, me surgió la pregunta "¿Cómo han contribuido las Constelaciones Familiares a mi espiritualidad?"  Al instante sentí la respuesta en mi pecho y alcé la mano pidiendo la palabra. A pesar de estar en la última fila y haber más manos levantadas el micro llegó hasta mí, sin conocer las palabras que saldrían de mi boca.  Fueron algo así:

Tanto en el papel de facilitadora, como de cliente, representante o simple observadora, para mí las Constelaciones Familiares son como una meditación en donde desaparece bueno y malo, desaparece tiempo y espacio, desaparece la pregunta que me he hecho, hasta yo misma desaparezco y sólo puedo inclinarme ante aquello que Es y que no puede nombrarse, diciendo sí a todo, tal como es.

Y mi corazón se abrió de para en par.


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