miércoles, 28 de julio de 2010

ABUNDANCIA


Lo que crees que eres está también íntimamente conectado con cómo percibes que te tratan los demás. Muchas personas se que­jan de que otros no las tratan suficientemente bien. «No me tienen respeto, no recibo atención, reconocimiento, crédito —dicen—. No me hacen caso.» Cuando la gente es amable, sospechan otros motivos: «Quieren manipularme, aprovecharse de mí. Nadie me quiere».

  Lo que creen que son es esto: «Soy un “pequeño yo” necesi­tado cuyas necesidades no se satisfacen». Esta falsa percepción básica de lo que son genera disfunción en todas sus relaciones. Creen que no tienen nada que dar y que el mundo, o los demás, los está privando de lo que necesitan. Toda su realidad se basa en una sensación ilusoria de quiénes son. Esto sabotea las situacio­nes, echa a perder todas las relaciones. Si la idea de carencia —de dinero, reconocimiento o amor— ha llegado a formar parte de lo que crees que eres, siempre experimentarás carencia. En lugar de reconocer lo bueno que hay ya en tu vida, lo único que ves es ca­rencia. Reconocer lo bueno que hay ya en tu vida es la base de toda abundancia. Lo cierto es que lo que crees que el mundo te está negando se lo estás negando tú al mundo. Se lo estás negan­do porque en el fondo piensas que eres pequeño y que no tienes nada que dar.
 
Hay algo que podemos intentar durante un par de semanas para ver cómo cambia nuestra realidad: todo eso que piensas que la gente te está negando —elogios, reconocimiento, ayuda, cariño y demás— dáselo tú a ellos. ¿Que no lo tienes? Actúa como si lo tuvieras, y te vendrá. Y entonces, poco después de que empieces a dar, empezarás a recibir. No puedes recibir lo que no das. Lo que fluye hacia afuera determina lo que fluye hacia adentro. Tienes ya todo lo que piensas que el mundo te está negando, pero si no lo dejas fluir hacia afuera, ni siquiera sabrás que lo tienes. Esto incluye la abundancia. La ley de que el flujo hacia afuera determina el flujo hacia adentro ya se expresó con esta poderosa imagen: «Dad y se os dará. Una buena medi­da, apretada, colmada, rebosante, será derramada en vuestro seno».
 
La fuente de toda abundancia no está fuera de ti. Forma par­te de quien eres. No obstante, empieza por reconocer y apreciar la abundancia de fuera, observa la plenitud de la vida a tu alrede­dor. El calor del sol en tu piel, el despliegue de magníficas flores a la puerta de una floristería, morder una fruta suculenta o dejar­se empapar por la abundancia de agua que cae del cielo. La plenitud de la vida está ahí, a cada paso. Reconocer esa abundancia que te rodea despierta la abundancia latente en tu interior. Deja entonces que fluya hacia afuera. Cuando sonríes a un desconoci­do, hay ya un minúsculo flujo de energía hacia afuera. Te con­viertes en dador. Pregúntate con frecuencia: «¿Qué puedo dar aquí? ¿Cómo puedo ser útil a esta persona, a esta situación?». No es preciso que poseamos nada para sentirnos ricos, aunque si nos sentimos ricos de manera habitual, es casi seguro que nos llega­rán cosas. La abundancia solo les llega a los que ya la tienen. Casi parece injusto, pero por supuesto no lo es. Es una ley universal. Tanto la abundancia como la escasez son estados interiores que se manifiestan como la realidad. «Porque al que más tiene, más se le dará, y al que no tiene, hasta lo poco que tiene le será arrebatado».
 
Eckhart Tolle "Un mundo nuevo, ahora"

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