sábado, 26 de febrero de 2011

Después del silencio…

 
Hace días que tengo pendiente publicar este "capítulo" pero, en compensación, salió algo largo.  Las circunstancias y la tecnología no siempre acompañan




Hace ya casi una semana que terminé el retiro de silencio con Mooji, en Thiruvannamalai o Thiru, como la llamamos los guiris.


Me ocurrieron un montón de cosas increíbles y aún conservo ese silencio, esa paz dentro de mí, aún cuando el cambio de escenario ha sido radical: estoy a cientos de kilómetros, en Goa, a orillas del mar, escribiendo junto al fuego que hemos hecho en el jardín de casa de mi amiga Dani.

Ésta es la "oficina" desde la que escribo
  La vida te ocurre, no hay nada que hacer al respecto. Momento a momento la vida se despliega ante/en ti y tú te limitas a bailar al son de la música que suena, en el mejor de los casos. A veces te empeñas en que esto debería ser un rock and roll cuando lo que suena es un rap o un vals y te encuentras totalmente fuera de ritmo cuando en realidad, la música y tú sois la misma cosa… Para poder escucharla y darte cuenta está el silencio, un silencio infinito donde la mente y el cuerpo dejan de estar al mando y todo es espacio y quietud.

Éste es el mejor recuerdo que me llevo de Arunachala, la montaña sagrada de Shiva, donde viví tantos milagritos que me enseñaron que la vida te cuida. Incluso el último día, en que decidí aplicar lo aprendido y pedí encontrar a alguien que quisiera compartir un taxi al día siguiente a las 9 de la mañana para llegar a tiempo al aeropuerto hacia la 1 y media. Al terminar el satsang en el que estaba cuando tomé esa determinación, decidí volver a mirar el tablón de anuncios que había en ese lugar y vi una nota justo con la fecha y hora elegidas. Esa no es la anécdota, sin embargo, sino que el taxi estaba citado justo delante de la puerta de la casa en la que estaba alojada esas últimas dos noches! Om Namaha Shivaia. Pues así todas las demás historias que os podría contar.


No todo ha sido meditar: cenita con amigos, Arunachala de fondo.



Dos veces me ocurrió que tenía que encontrar un nuevo sitio para vivir porque mi apartamento estaba reservado a partir del día 9 y en toda esa zona estaba todo ocupado.


La primera vez, cuando ya había encontrado un sitio peor pero aceptable (el listón estaba muy alto), tres días antes de la fecha recibí una prórroga hasta el 14 (ya que la futura inquilina había tenido un problema y retrasaba su llegada), que era el día antes de terminar el retiro, y mi casera me aseguró poder dormir en otro sitio las dos noches siguientes. El día 14, penúltimo día del retiro de silencio, me encontré un post-it en la puerta de buena mañana diciéndome que tenía que dejar el apartamento el 15 a mediodía y que no tenía dónde dormir ya que el teórico sitio no estaba disponible… Tuve claro que nada me iba a hacer “abandonar” el silencio, así que me fui para el satsang y pensé “Dios proveerá, Arunachala seguirá cuidándome”. Hice las maletas esa noche y escribí una nota a mi único vecino pidiéndole dormir en el suelo de su salón la noche siguiente, pues sabía que siendo el último día acabaríamos muy tarde como para tener tiempo de encontrar algún sitio. Cuando a la mañana siguiente bajaba las escaleras para darle la nota (él y su mujer también estaban en el retiro) me detuve a medio camino y volví para casa. “Timidez?”, pensé. Al ir a entrar en casa vi un nuevo post-it que decía: “Mi amiga llegará el 16, puedes dormir esta noche aquí.”


Perfecto! Pude disfrutar del último día, con la maleta ya hecha para irme a pasar dos días a Pondicherry antes de volar hacia a Goa.


Sin embargo, amaneció el día siguiente muy temprano para poder subir por última vez a la cueva de Ramana, y escuchar los preciosos cantos del sadhu que abre cada mañana a las 8. Despidiéndome la noche anterior de mis vecinos y amigos australianos, los que me cuidaron tanto al llegar, quedamos que asistiría a la ceremonia de cambio de nombre de Ola, la madre. Otro “complot” de mi querida Arunachala.


Llegué puntual a las 11 al antiguo molino de arroz donde se hacían todos los satsangs de Mooji y me senté bajo una carpa con mis amigos y unos cuantas personas de la “familia” de Mooji, los que lo organizan todo. Al sentarme en uno de los cojines que habían dispuestos me vi contemplando de nuevo la montaña y algo empezó a moverse en mi interior…


Por abreviar la historia, sólo os diré que salí de allí con un nuevo nombre que Mooji eligió para mí. Algo que siempre dije que nunca haría! Fue tan imprevisto como sentido. También para él, pues normalmente hay que pedirlo con mucha más antelación y él lo tiene que sentir adecuado. Pues se ve que en este caso fue así, haciendo honor al nombre sánscrito que él tuvo tan claro para mí, como cualidad que destaca y que conviene desarrollar: Anokhi, única, incomparable. Supongo que si tuviera banda sonora, sería “My Way” de Sinatra. Lo gracioso es que empecé a comparar al cabo de un rato con los otros seis nombres que otorgó ese día, destapando todas mis inseguridades! Señal de que el nombre es adecuado, pues ya me está haciendo “trabajar”. El nombre me sirve de recordatorio del camino que he elegido, de lo que es más importante para mí, Ser, vivir plena y conscientemente. A algunos os debe sonar a chino! Jajaja. Está bien. Hay quien dice que la diferencia entre un sabio y un loco es que el sabio sabe que está loco…


No sé qué ocurrió después, pero no era capaz de marcharme de Thiru. Mi cabeza no entendía más razón que la pereza para no moverme. ¿Qué podía quedarme por hacer después de un mes allí? Además, ahora sí que necesitaba un nuevo sitio para dormir y no había manera de encontrar ninguno. Cuando decidí hacer caso al corazón y quedarme, recordé el lugar que había encontrado en mi primera búsqueda, en casa de una familia, y llamé para reservarlo. En este proceso, se me ocurrió preguntar cuándo era luna llena: al día siguiente, justo mi última noche. Llegué la noche de luna llena anterior y no hice el Girivalam, la vuelta a la montaña. Se ve que no podía marcharme sin hacerlo. Karma cancelado!


Ahora me encuentro en un mundo de guiris, sobre todo rusos, mar y arena, piel, hogueras, estrellas, música, bares, cervecitas, dj’s… pero el silencio continúa dentro de mí. Hoy, al dar un larguísimo paseo por la playa, sentía como si el suelo y todo lo que me rodeaba se desplazara bajo mis pies como una cinta de correr con paisaje virtual… Pero de eso hablaremos otro rato.







miércoles, 9 de febrero de 2011

Subir la montaña, bajar la montaña.


Ayer por fin subí a “ver a Shiva” a lo alto de Arunachala. La excursión tiene su miga, pues es bastante empinada y el calor y el sol aprietan de lo lindo. Comentamos con unos conocidos que me crucé a medio camino que para subir se usa el corazón y para bajar las rodillas, como la vida misma. Corazón: ilusión, impulso, fuerza. Rodillas: coraje, humildad, “resilencia”(capacidad de levantarte, de adaptación).

Los pies de Shiva, y los míos, en la cumbre

Dicen que si subes la montaña y haces el camino de ronda que hay alrededor de su base, tu karma queda cancelado. Hoy me he levantado a las 5 de la mañana para ir a visitar una cueva que hay en la parte de abajo pero no he hecho la ronda. Está claro que aún tengo algún que otro karma pendiente, pero estoy algo hecha polvo de la excursioncita de ayer. Tal vez mañana… También dicen (para mis amigos más esotéricos) que se pueden ver seres, luces, espíritus por esta montaña y que hay una civilización debajo de ella. Que Ramana Maharishi (el gurú que alcanzó la iluminación en ella) abrió un portal energético aquí… en fin… yo sólo puedo decir que me encanta la energía de este sitio y que se está muy relajado allí arriba. Lo que es ver, sólo vi seres de carne y hueso, que yo sepa.


 Estos últimos días, mi vida social ha aumentado considerablemente. Con el tiempo, vas conociendo más y más gente: excursiones, charlas, cenas en las azoteas, puestas de sol en el lago, canciones, cenas y conciertos en las terrazas, conciertos benéficos (donde le “puse los cuernos” a mi coral de góspel y actué con una coral de música africana)… Muchas de estas personas no las volveré a ver jamás y, sin embargo, los momentos compartidos siguen siendo valiosos. Otras, es posible que sí, e incluso puede que se conviertan en amigos. El tiempo lo dirá.



Éste es el preámbulo al retiro de cinco días de silencio que empieza el viernes. Después de pasarme el fin de semana pasado buscando infructuosamente pero con calma un apartamento o habitación para mudarme hoy, día en que tenía que llegar la persona que tenía reservado este “palacio” en el que vivo y convencida totalmente de que la situación era sólo una prueba para ver si confiaba en que la vida seguía apoyándome, acabé reservando una habitacioncita con baño compartido en casa de una familia el domingo por la tarde, conformada con perder los privilegios de silencio, espacio e intimidad de los que disfrutaba y confiando que alguna razón abría para tal cambio .

Con Tomás, subiendo la montaña


Sin embargo, cumpliéndose una intuición que ya había tenido durante mi búsqueda ante tanta dificultad, me llamó mi vecina y casera el lunes por la mañana para avisarme que la nueva inquilina había tenido un problema y retrasaba su llegada hasta el día 15, exactamente cuando termino mi retiro! Afortunadamente, no me habían pedido paga y señal y no hubo problema en deshacer el acuerdo. Gracias, Arunachala ;)))

Puesta de sol desde el lago


Así que aquí estoy, tirada en unos cojines en el suelo fresquito del salón, oyendo cantar a los pájaros (con algún que otro bocinazo a lo lejos), descargando las fotos y escribiendo. Ahora toca siestecilla (coincidiendo con el corte diario de luz) y después: internet café, cocinar tortillas de patatas con mis escasos utensilios, cenita con amigos y pronto a la cama, que el día ha empezado muy temprano.






jueves, 3 de febrero de 2011

Happy Birthday Mooji


El domingo pasado celebramos por todo lo alto el cumpleaños de Mooji. Confieso que no tengo ni idea de cuantos cumple y que no me lo había ni planteado hasta este momento. Unos cincuenta y poco, yo diría.


Para los occidentales el concepto “devoción” es algo que actualmente casi se desconoce, tanto a nivel espiritual como personal, e incluso me da la impresión de que está mal visto, o nos da vergüenza, excepto en el deporte y en la música. En la India, se da por sentado. Es como respirar. Fue precioso ver y sentir tanta devoción y tanto amor expresados hacia este hombre que, con su presencia, su dedicación y su paciencia infinita, consigue recordarte el ser que eres realmente.

Una semana antes del evento, pidieron voluntarios para la organización de la fiesta y tuve clarísimo que quería participar. En primer lugar, para sentir que yo también daba algo después de estos 50 días de viaje en que he recibido tanto. Y en segundo, para ponerme a prueba y ver cómo gestionaba toda la parte espiritual bajo el estrés y la acción de organizar una fiesta para 500 personas en una semana y en la India (que todo son sorpresas y nunca nada sale según acordado).

¿El resultado? Una fiesta preciosa pero una Bea histérica los últimos tres días. Consciente de las "manipulaciones" de mi mente, pero sin poderlas evitar. Y es que, con todo lo que se me mueve internamente en los satsangs, mi mente anda loca por encontrar maneras de conservar mi atención constantemente y no perder protagonismo. ¡Esta situación le iba al pelo! Toda la distancia, la desidentificación que había conseguido de mi personalidad anteriormente se fue progresivamente al garete. Áunque era totalmente consciente del proceso, lo cual lo hacía mucho menos dramático, seguía sin poder desidentificarme. Es como cuando sabes que estás soñando y que sólo es una pesadilla, pero sigues muerta de miedo sin dejar de correr porque el monstruo o lo que sea te persigue, en vez de darle al pause y salir de la película.

Por lo menos, una de las cosas que está sobre estimulada es mi creatividad y de ella salió el más precioso Om rellenado entre todos con lamparitas de aceite, como ofrenda para Mooji en reconocimiento de toda la luz que él nos aporta. Ese momento en particular y toda la fiesta en sí hicieron que valiera la pena todo el esfuerzo realizado (también conocer a las personas con las que trabajé y las cosas que fui descubriendo de mí misma durante el proceso).



En el satsang de hoy, por fin me he armado de coraje y he salido al estrado a exponer lo que me está sucediendo y quiero compartir un ejercicio que me ha propuesto Mooji, a ver quién es anima a probarlo:


Durante 5 minutos, limítate a observar todo lo que te rodea, estés donde estés, sin ponerle nombre a nada (silla, niño, cielo, moto, verde, feo, sucio, vaca, etc.) No debería orientarme hacia el fracaso, pero me parecen los deberes más difíciles que me han puesto nunca!!! Y tú, ¿puedes?


Más vale que empiece a practicar ya porque, lo que tengo clarísimo en todo este proceso, es que mi respuesta es SÍ, sí a la verdad, al ser auténtico, sí a vivir conscientemente, sí a vivir en paz, con todo lo que venga, con todo lo que tenga que dejar por el camino, aunque haya algo dentro de mí muerto de miedo, porque ese algo no soy yo, son sólo mis condicionamientos.



Es increíble tener que poner tanto empeño en desaprender lo aprendido y en encontrar algo que siempre ha estado ahí, dentro de un@ mism@… Unos lo buscamos conscientemente, y aún así lo hacemos complicado. Otros lo buscan incluso sin saberlo, y lo buscan fuera: en el trabajo, o en las relaciones personales, en los logros, en las posesiones, algo que me haga sentir segur@, valios@, amad@, libre, feliz…